Está comprobado que el Yoga previene la aparición de osteoporosis, mantiene el esqueleto sano y fuerte, ya que a través de las asanas se realizan importantes rotaciones de la columna vertebral y de las articulaciones.
Fortalece los músculos, la parte superior de los brazos, los hombros y los músculos de la espalda. También los de la parte superior del fémur en ciertas posturas de equilibrio en las que se alterna el peso de una y otra pierna.
Aumenta la densidad ósea por medio de posturas en las que se sostiene el peso corporal. A diferencia de otras forma de ejercicio como las caminatas, la danza, el trote o los aeróbicos, en Yoga se hace el esfuerzo de sostener el propio peso del cuerpo no solo con las piernas, sino también con la parte superior del cuerpo y con los brazos a través de posturas como el cuervo, por ejemplo, con la que se fortalecen brazos, hombros, muñecas y manos.
También ayuda a aliviar la tensión en los hombros y el cuello y a mejorar el equilibrio y la coordinación de los movimientos, evitando en la gente mayor el peligro de caídas y fracturas.
Equilibra la producción de estrógeno, progesterona , calcio y los niveles de adrenalina, todo esto ayuda a mantener la densidad de los huesos. Mejora la respiración. Las diferentes técnicas como la respiración rítmica, profunda, o los diferentes pranayamas que se utilizan, logran que el oxígeno que se incorpora al organismo nutra y regenere las células de cada una de las partes, incluidos los huesos.
ARTRITIS , ARTROSIS y OSTEOPOROSIS
Artritis:
Son todas las variedades de inflamación de las articulaciones, que pueden ser agudas o crónicas, sub-agudas con hinchazón de las articulaciones, con dolores espontáneos o coincidiendo con los movimientos.
A nivel de la articulación, se presenta alterado el color de la piel, viéndose enrojecida y tal vez algo violácea y edematosa. Se observa calor local. Los dolores son muchas veces intensos y se agudizan con la movilidad. Cuando el paciente está con dolor, la práctica se suspende, al menos en posturas que incluyan la zona afectada.
La artritis es causada por un estado tóxico del cuerpo, producido por el suministro insuficiente de oxígeno en la respiración, por una dieta productora de ácidos y por la falta de ejercicio. Cuando se realizan posturas de Yoga, se estimulan y se fortalecen las articulaciones a través de los movimientos.
Una dieta adecuada y la práctica de ejercicio son enormemente beneficiosas para todos los que padecen artritis. El objeto de las asanas es purificar el cuerpo y estimular el funcionamiento de las fuerzas curativas de la naturaleza. Con la práctica de algunas asanas se mejora el tono muscular y se reeduca el movimiento articular.
La meditación puede aliviar a los enfermos de artritis. Ser consciente de que se sufre de dolor y a partir de ahí aprender a relajarse es la ayuda que puede ofrecer la meditación, para aliviar dolores y disminuir la ansiedad.
Artrosis:
La artrosis es un trastorno articular caracterizado por el desgaste del cartílago de las articulaciones; afecta especialmente columna, cadera, pies y manos, sobre todo en mujeres de edad avanzada.
Las lesiones se producen cuando el organismo es incapaz de regenerar el cartílago desgastado, de manera que los huesos de la articulación afectada rozan entre ellos produciendo endurecimientos, espolones óseos, menor espacio entre los huesos de la articulación y quistes. A medida que la enfermedad avanza, se producen daños crónicos en la articulación, que se inflama inicialmente para terminar mostrando una hinchazón permanente como consecuencia de los líquidos acumulados.
Conviene evitar el frío, la humedad, la presión y el sobreesfuerzo articular.
Se prescindirá de la práctica de Yoga durante los períodos de dolor. Las técnicas de pranayamas serán beneficiosas, se evitarán las asanas que impliquen esfuerzo en la articulación afectada, o serán especialmente vigiladas. Posturas como el saludo al sol y el gato, entre otras, son beneficiosas para músculos y articulaciones.
Osteoporosis:
La osteoporosis es una disminución de la masa ósea y de su resistencia mecánica, que ocasiona susceptibilidad para las fracturas. Es la principal causa de fracturas óseas en mujeres después de la menopausia y en ancianos en general. La osteoporosis no tiene un comienzo bien definido y, hasta hace poco, el primer signo visible de la enfermedad acostumbraba a ser una fractura de la cadera, de la muñeca o de los cuerpos vertebrales, que originaban dolor o deformidad.
El mejor tratamiento de la osteoporosis es la prevención. Una ingesta adecuada de calcio y el ejercicio físico durante la adolescencia y la juventud pueden incrementar el pico de masa ósea, lo cual redunda en una reducción de la pérdida de hueso y en un menor riesgo de fractura en años posteriores. El consumo adecuado de calcio y de vitaminas durante la madurez es esencial para la salud del hueso.
El Yoga, con sus sesiones regulares, contribuye como complemento físico indispensable. Su función es global, por eso no se recomienda una postura determinada. El Yoga mantiene su lugar como complemento de las medidas médicas que correspondan. Como siempre, la respiración y los pranayamas son de gran importancia.
La meditación puede aliviar a los enfermos de artritis, artrosis y osteoporosis. Ser consciente de que se sufre de dolor, y a partir de ahí, aprender a relajarse. Esto es lo que ofrece la meditación para poder aliviar su ansiedad y sus molestias. Las terapias de cuerpo y mente han demostrado aliviar dolores, aunque siempre en combinación con tratamientos médicos.
LA HIPERTENSIÓN
La hipertensión arterial es el aumento desproporcionado de los valores de la presión en relación, principalmente, con la edad. La presión arterial normal en un adulto alcanza un valor de máxima no mayor de 140 mmHg (milímetros de mercurio) y de mínima no mayor de 90 mmHg; por encima de estos valores hay hipertensión (alta presión).
La incidencia de presión alta se da en relación con:
• Edad y sexo: la presión alta es más común en los hombres que en las mujeres y en la gente mayor que en los jóvenes.
• Herencia: quienes tienen antecedentes familiares de alta presión tienen mayor predisposición a padecer hipertensión.
• Sobrepeso (obesidad).
La hipertensión arterial es una de las dolencias que más relación tienen con el estado mental y anímico de un paciente, es por ello que, en más de una oportunidad, este cuadro tiene un origen psicosomático.
Está demostrado que el Hatha-Yoga colabora en la disminución de la hipertensión. El Yoga tiene mucho para contribuir en este aspecto. Su práctica es una manera efectiva de tratar la mente, lo cual, sin duda, repercutirá favorablemente en algunos cuadros de hipertensión; además, funciona también tanto preventiva como curativamente y en rehabilitación, por lo que ha probado ser excelente para tratar varios tipos de desórdenes psicológicos.
Son recomendables savasana y las posturas de flexión. Deberían evitarse posturas de inversión como la vela, por ejemplo, así como el arco, el saltamontes y la cobra.
Entre los pranayamas favorables pueden practicarse brahmari, por su efecto sedante, y ujjayi; también nadi shodana, evitando retención, y sithali y sitkari.
PARKINSON
El Parkinson es una enfermedad neurológica, progresiva y crónica, que deteriora paulatinamente la capacidad de movilidad física de las personas, induce a la progresiva pérdida de autonomía, al aislamiento social y, además, suscita reacciones emocionales asociadas. Es una enfermedad muy frecuente que afecta a 2 de cada 1000 personas, y se desarrolla más a partir de los 50 años, de igual forma en hombres y mujeres.
La enfermedad de Parkinson tiene unos síntomas muy característicos: rigidez muscular, temblor de diferentes intensidades, hipocinesia, falta de movimientos, dificultades al andar (parece que se siguen a sí mismos), mala estabilidad al estar parado (parece que pendulan). Al comenzar a andar tienen problemas, les cuesta empezar, si un movimiento no se termina tienen dificultades para reiniciarlo o terminarlo. Cara de pez o máscara, por falta de expresión de los músculos de la cara. Lentitud de movimientos. Acatisia, se dice de una falta de capacidad de estar sentado sin moverse. Movimiento de los dedos como si estuvieran contando dinero. Boca abierta, con dificultad para mantenerla cerrada. Voz de tono bajo y monótona. Dificultad para escribir, para comer o para movimientos finos. Deterioro intelectual, a veces. Estreñimiento. Depresión, ansiedad, atrofia muscular.
Para las personas afectadas de Parkinson, el Yoga es de gran importancia para lograr una respiración correcta y eficaz: aumenta el volumen pulmonar, el control del soplo respiratorio y mejora la oxigenación de la sangre y del cerebro, mejora el control voluntario muscular y tendinoso (se combate la acinesia) y mejora también el equilibrio, entre otras cualidades. En general, tonifica el sistema muscular, controla el cardiovascular, disminuye el dolor, mejora el estado de salud global y aumenta las reservas de energía física.
Es importante mantener las articulaciones móviles (cabeza, tronco, brazos, piernas, manos, pies), dado que el trastorno radica en que, por lo general, se efectúan pocos movimientos y estos se van debilitando al no realizarlos por largo tiempo. En el programa hay que hacer hincapié en movimientos grandes y amplios, que permiten corregir la permanente posición flexionada y posibilitan una mayor libertad de movimientos.
Se pueden incluir en las clases medios acústicos auxiliares, como por ejemplo una palmada o una palabra que anuncie claramente el ejercicio; una pelota favorece especialmente la capacidad de reacción repentina, por ejemplo, con otra persona que la arroje al enfermo o al aire, la deje rodar, la rebote o la agarre, y puede obtenerse una variación de la secuencia mediante la utilización de un bastón.
En conclusión:
Lo ideal sería poder lograr un apropiado estilo de vida, lo que incluye una nutrición sana y la práctica regular de ejercicio para mantener un buen estado físico y también mental.
Además, sería importante poder lograr un autodominio mental mediante prácticas que posibiliten ampliar nuestro manejo de pensamientos. Cuando se logra un dominio de la mente, también se posee cierto dominio del espacio en el que nos encontramos, pudiendo, en situaciones de abatimiento o aburrimiento, enfermedad o dolor, trasladarse mentalmente a un lugar favorito o visualizar la salud en todo nuestro ser.
La humanidad se encuentra en estado de perpetua evolución, porque la conciencia humana no deja de progresar y de crecer. En el momento actual ha comenzado un gradual cambio en los estilos de vida y las mentalidades de las personas, que interrelacionan mente y cuerpo, tanto en la salud como en la enfermedad.
Muchas enfermedades que presentamos no son la consecuencia de una exposición a factores negativos externos. Más a menudo son un reflejo simbólico de nuestros estados interiores de intranquilidad emocional, bloqueo espiritual y malestar.
El miedo y la incomprensión son causas de muchas enfermedades, aflicciones y padecimientos del mundo. Energéticamente, la clave estaría en el desbloqueo del chakra cardíaco. Si abrimos nuestro centro cardíaco y dejamos que pasen libremente las energías espirituales superiores produciremos no solo nuestra propia curación, sino también la de quienes nos rodean.
Las terapias energéticas como el Yoga aspiran asimismo a una reunificación más completa y plena de la personalidad en conexión con el Yo Superior. Estas modalidades tienden a equilibrar cuerpo, mente y espíritu, y deberían ser tenidas en cuenta por sus beneficios, comprobados durante miles de años.
La práctica correcta podrá convertirse en un elemento de incalculable valor para la prevención, recuperación o rehabilitación, pero siempre teniendo en cuenta que es fundamental la consulta al médico de cabecera, ya que el Yoga no es una medicina para curar, aunque resulte de gran ayuda como complemento.
DUELO, VIUDEZ Y DEPRESIÓN DEL ADULTO MAYOR
El duelo se puede definir como el estado de pensamiento, sentimiento y actividad que se produce como consecuencia de la pérdida de una persona amada, asociándose a síntomas físicos y emocionales. Esta reacción emocional depende del grado de impacto en el momento, esta puede ser psicológicamente traumática, como una herida o quemadura, por lo cual es muy dolorosa. Necesita un tiempo y un proceso para volver al equilibrio normal, que es lo que constituye el proceso de duelo, que se inicia inmediatamente después o en los meses siguientes a la muerte de un ser querido.
El período de tiempo o de duración varía de una persona a otra, no siempre es el mismo, varía dependiendo de la personalidad y la espiritualidad del individuo, influyendo la cercanía, los recuerdos internos y externos que se posean de la persona fallecida, la identidad, el rol, la edad, el sexo y las circunstancias de su fallecimiento, afectando al sobreviviente psicológica, social y emocionalmente.
Es importante tener en cuenta que, en esta etapa del desarrollo, las reacciones del duelo serán más sostenidas en el tiempo, esto es debido a que el anciano tiene más dificultades para adaptarse a los cambios. La pérdida es el tema predominante en la vida emocional del anciano. El hablar de muerte para ellos no es solo poner término a la vida, sino que ahora está más presente que nunca. La dependencia que presenta un anciano lo lleva a desarrollar conductas patológicas y adaptativas a la pérdida, necesitando un sustituto que le brinde seguridad, ya que la pérdida de la persona querida amenaza esta seguridad, similar a la de un niño, debido a que en la senectud se produce una vuelta a la dependencia. Esa actitud de búsqueda o vuelta a la dependencia se debe a la expresión de una respuesta instintiva a la separación que observamos en la infancia. Este impulso no solo se produce cuando perdemos a la figura de apego más importante en cualquier etapa de la vida, sino que es específico de los seres humanos, produciendo una disminución de la capacidad para el duelo.
Existen también otras reacciones emocionales a este respecto, como no parecer tener un intento de búsqueda de sustituto, sino más bien un aparente intento de reunión con la persona fallecida, sin mostrar signos de dolor por esta pérdida. El anciano en condiciones de dependencia parecería estar más preparado para su propia muerte que para la del objeto de su dependencia.
Otro punto a destacar es el hecho de que, debido a que el ciclo de la vida de los hombres es más corto y en algunos casos estos suelen ser mayores que sus esposas, la situación de viudez es más normal entre las mujeres que entre los hombres, lo cual acarrea una serie de conflictos no solo por la muerte del cónyuge, sino también por el hecho de tener que enfrentar la vida solas (casos en los que él fue la principal fuente de sustento tanto económico como afectivo), implicando cambios en el nivel de vida, adquiriendo otro significado cuando se dan cuenta de que la pérdida del esposo es además una pérdida de apoyo emocional.
Por su parte, los hombres viudos tienden a sufrir de intensa depresión tras la muerte de sus esposas, lo cual se traduce en la búsqueda rápida de una nueva pareja para casarse.
El duelo, la melancolía y la depresión son reacciones muy comunes después de una pérdida, ya que el duelo implica un combate doloroso entre dos: por un lado, el yo que se resiste a abandonar sus lugares de satisfacción, y por otro, el principio de realidad que insiste en la pérdida, produciéndose la angustia como reacción ante el peligro que desencadena la situación.
El duelo anormal puede presentarse de diferentes maneras, que van desde el retraso del duelo o la ausencia, hasta un duelo muy intenso y prolongado, que puede incluso asociarse a conductas suicidas o síntomas psicóticos; estos ancianos muestran signos de pesadumbre en forma grave y retardada. Aquí el problema es preguntarse por qué esas personas son incapaces de superar la pérdida. Hay distintas explicaciones al respecto: por un lado, se puede ver una fuerte dependencia debido al apego del anciano a su cónyuge difunto, y el otro caso es no haber mantenido una estrecha relación con otro miembro de la familia a quien transferir algunos de los lazos que lo vinculaban a su cónyuge. Como resultado de este tipo de duelo se puede desencadenar una depresión, la cual puede ser mortal en al adulto mayor.
Como todo proceso, el duelo cursa etapas, las cuales han sido definidas por diferentes autores. En general, todos coinciden en que el duelo se desarrolla en cuatro etapas dinámicas:
La primera etapa se denomina "Impacto y Perplejidad o Shock": es cuando el anciano se enfrenta a una realidad que no logra comprender y que capta toda la atención, por lo que el consuelo no será bien recibido. Es él mismo quien debe verificar y confrontar la realidad, tampoco hay que sobreprotegerlo y forzarlo a realizar actividades que no quiere, ni tampoco hay que dejarlo en un reposo absoluto por un tiempo prolongado, experimentando sentimientos de pena y dolor, incredulidad y confusión.
La segunda etapa se denomina "Rabia y Culpa": el anciano comienza un proceso de búsqueda de quien ya no está y empieza a expresar los sentimientos por esta persona fallecida, hay una angustia intensa, acompañada de un desorden emocional. Ha aceptado la muerte como un hecho real.
Una tercera etapa es la de "Desorganización del Mundo": el anciano entra en una etapa de desesperación y retraimiento; esta etapa puede durar hasta dos años, intensificando la pena y el llanto. Surgen sentimientos de culpabilidad, resentimientos, soledad, añoranza y autorreproche; siente rabia, lo cual lo mantiene resentido y le impide su readaptación a la nueva realidad teniendo comportamientos y conductas no meditadas, soñando con el fallecimiento, se retira socialmente, aparecen suspiros constantes, hiperactividad, frecuentando los mismos lugares que el fallecido. Todo esto le acarrea sensaciones físicas, como el estómago vacío, tirantez en el tórax o la garganta , hipersensibilidad a los ruidos, vivencias de despersonalización, sensación de ahogo y boca seca. El anciano tiene constantemente pensamientos de preocupación, presencia del fallecido, alucinaciones visuales y auditivas. No hay que esperar que el anciano cambie su conducta o reprima su tristeza, al contrario, hay que permitirle la realización del duelo para que sea capaz de enfrentar los sentimientos de dolor y tristeza.
La cuarta y última etapa se denomina "Reestructuración del Mundo, Reorganización y Sanación": esta etapa puede durar también hasta dos años. Es cuando el anciano toma conciencia de la pérdida, aceptando el vacío e incorporándolo como una ausencia presente. Reaparece la paz y el sentido de vivir, y se atenúan las emociones y los sentimientos. Vuelve a sentir calidez de quienes lo rodean. Comienza a tener una visión más realista del ser perdido.
Todos estos síntomas y reacciones están determinados tanto por la personalidad del anciano como por su historia vital. Este tipo de depresión afecta el sistema orgánico central, endocrino inmunológico, paralizando el continuo proceso de crecimiento y el intelecto, además, se presenta una declinación del funcionamiento del organismo, un deterioro de las funciones físicas, bajada de las defensas, con lo cual puede ser presa fácil de cualquier enfermedad.
Se presentan alteraciones de algunos neurotransmisores como serotonina, noradrenalina y dopamina, influyendo también los cambios biológicos del cerebro y del cuerpo, las enfermedades o la genética. Todo ello puede provocar que el anciano corra mayor riesgo de sufrir una depresión. Las enfermedades como el cáncer, el mal de Parkinson, los problemas cardíacos, los derrames cerebrales o la enfermedad de Alzheimer se suman al duelo del anciano ocasionándole un constante cansancio. Esta pérdida de salud física lo puede llevar a un bajón de autoestima, una mayor dependencia y una disminución de la movilidad. Es importante en este caso tener en cuenta que el anciano que vive un duelo patológico nos dará algunas señales de alerta, como pueden ser la pérdida de la energía, el sentirse viejo o la anedonia (pérdida de las ganas de disfrutar), presentando anímicamente una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí mismo que exterioriza en autorreproches y autodenigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de castigo.
Otra cosa importante que hay que tener en cuenta es que se aíslan en su propio mundo y dejan de participar en todo lo que tenga que ver con actividades que requieran el contacto con otras personas. Este aislamiento puede llegar a la pérdida de la integridad personal, alejándose de la familia y los amigos, a la incapacidad para cuidarse y al deterioro de la capacidad para razonar y tomar decisiones. El aislamiento puede llevar a la persona a ser tan descuidada que se niega a reconocer que tiene problemas físicos o mentales, rechazando todo tipo de ayuda tanto de amigos como de familiares.